Un nuevo clima de ideas

De Wikiversidad
Un nuevo clima de ideas

Título Un nuevo clima de ideas
Autor Tulio Halperín Donghi
Año 1987

Los últimos ecos de la ideología romántica de la generación del 37 se apagarían en 1880: "ella marcaría entonces las transición final del romanticismo al positivismo". "Esa caracterización sin duda deja de lado la presencia cuantitativamente significativa, antes y después de 1880, de un pensamiento espiritualista".

"si la originalidad del pensamiento individual resalta menos no es sólo porque los nuevos pensadores son en efecto menos originales, sino porque su pensamiento halla más difícil recortarse nítidamente sobre el trasfondo de un clima colectivo de ideas ahora más definido".

"Esa dimensión coral en la vida de las ideas, antes ausente, aparece magnificada porque el debate laico atrae a la liza a la Iglesia, y ésta conserva la capacidad de incorporarse a él, como espectadores apasionados, a vastos grupos habitualmente indiferentes a las confrontaciones ideológicas (...)".

Respecto al debate sobre el laicismo hay una opinión pública que no está organizada de acuerdo a los faccionalismos precedentes, pero está marcada de estridencias, las que suscitan la reacción de personajes como Miguel Cané, que deplora el advenimiento del "guarango democrático".

Halperin plantea que esa explicación del debate de los 80 es insatisfactoria porque la animadversión contra la Iglesia viene del 37, y que hizo que un gentleman como Juan María Gutiérrez celebrara el incendio del Colegio del Salvador.

"La pobreza del debate se debe en parte entonces a que se libra contra una fuerza [el catolicismo] que aparece en retirada, luego de haber sufrido golpes que aparecen decisivos a su prestigio. Ello gravita sin duda sobre los defensores de las posiciones católicas, pero son las consecuencias de esa circunstancia sobre los adversarios de ellas las que permiten explorar mejor el temple de ideas de la nueva época, ya que fueron los partidarios de las reformas los que dejaron en él la impronta más profunda".

Una razón del desprecio de lo clerical es la identificación del catolicismo con lo colonial. Pero hay algo más crucial:

"La fuerza del movimiento secularizador se apoya, en efecto, en la adhesión apasionada al avance de la modernidad, del que el logrado por el conocimiento científico es sólo un aspecto; por detrás de él es la transformación de las bases técnicas y económicas de la civilización la que evoca ese eco fervoroso".

La sintonía entre esas ideas y el proceso técnico-económico es lo que alimenta la arrogancia de la "opinión pública". Cuando el Estado apoya a la parte que está contra la Iglesia lo hace para acrecentar su poder, pero sobre todo para subordinar a las instituciones conquistadas "al servicio de cierto ideal de civilización".

La verdadera victoria del Estado central había sido la derrota de los caudillismos provinciales y el ordenamiento interno del país."el nuevo orden argentino ha cuajado ya, y no parece que la más acerada de las críticas sea capaz de socavar su insolente salud".

¿Hay disputas por proyectos? "para [V. F.] López, para Estrada y aun para Sarmiento es más grave que haya despojado de influjo político a los sectores que no son populares. Para ellos el problema no es que la Argentina esté gobernada por una menuda oligarquía, sino que esta oligarquía no esté formada por quienes están en la cumbre de la sociedad nacional".

Lo que les molesta son "los elementos democráticos del roquismo".

"Se ve cómo todas estas críticas, que los vencedores de la hora descontaban como inspiradas por la nostalgia del pasado, apuntan al futuro. Hoy tendemos a ver en el roquismo la suprema encarnación de la alberdiana república posible; sus críticos advertían mejor que nosotros que -precisamente porque era eso- había colocado ya en el orden del día los problemas de la república verdadera- Advertían que se acercaba la hora en que los dilemas que Tocqueville había planteado medio siglo antes se anunciarían en el horizonte argentino. Esos exámenes sin complacencia de la república posible llevan así inexorablemente a formular la pregunta central de la etapa siguiente: si es de veras posible la república verdadera, la que debe ser capaz de armonizar libertad e igualdad, y poner a ambas en la base de una fórmula política eficaz y duradera".

En suma, lo que Halperín plantea es la dinámica democratizadora impuesta por la nueva sociedad capitalista. En su seno está latiendo el problema de las masas. Es lo que ven los críticos mejor que los pensadores dominantes de la hora.