Nuevas puntualizaciones sobre las neuropsicosis de defensa

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Nuevas puntualizaciones sobre las neuropsicosis de defensa

Título Nuevas puntualizaciones sobre las neuropsicosis de defensa
Autor Sigmund Freud
Año 1896

Páginas 163-74[editar]

La defensa está en el punto nuclear dentro del mecanismo psíquico de las neurosis mencionadas. La etiología específica de la histeria: los síntomas de la histeria sólo se vuelven inteligibles reconduciéndolos a unas vivencias de eficiencia “traumática”. Estos traumas psíquicos se refieren a la vida sexual. Lo que hoy tengo para agregar atañe por un lado a la naturaleza de estos traumas sexuales y por el otro al período de la vida en que ocurrieron. Para la causación de la histeria no basta que en un momento cualquiera de la vida se presente una vivencia que de alguna manera roce la vida sexual y devenga patógena por el desprendimiento y sofocación de un afecto penoso. Es preciso que estos traumas sexuales correspondan a la niñez temprana y su contenido tiene que consistir en una efectiva irritación de los genitales. La condición específica de la histeria es la pasividad sexual en períodos presexuales. No son las vivencias mismas las que poseen efecto traumático sino sólo su reanimación como recuerdo, después que el individuo ha ingresado en la madurez sexual. Toda una suma de síntomas patológicos, hábitos y fobias sólo es explicable si uno se remonta a aquellas vivencias infantiles y la ensambladura lógica de las exteriorizaciones neuróticas vuelve imposible desautorizar esos recuerdos que afloran desde el vivenciar infantil y se han conservado fielmente. Desde luego que en vano se pretendería inquirir a un histérico por estos traumas de la infancia fuera del PSICOANÁLISIS; su huella nunca se descubre en el recordar conciente, sino sólo en los síntomas de la enfermedad. Todas las vivencias y excitaciones que preparan u ocasionan el estallido de la histeria en el período de la vida posterior a la pubertad sólo ejercen su efecto por despertar la HUELLA MNÉMICA de esos traumas de la infancia, huella que no deviene entonces conciente sino que conduce al desprendimiento del afecto y a la represión. Sólo consiguen reprimir el recuerdo de una vivencia sexual penosa de la edad madura aquellas personas en quienes esa vivencia es capaz de poner en vigor la huella mnémica de un trauma infantil. Las representaciones obsesivas tienen de igual modo por premisa una vivencia sexual infantil, pero de otra naturaleza que en la histeria. La etiología de las dos neuropsicosis de defensa presenta el siguiente nexo con la etiología de las neurosis simples, la neurastenia y la neurosis de angustia. Estas dos últimas son efectos inmediatos de las noxas sexuales mismas; y las dos neurosis de defensa son consecuencias mediatas de influjos nocivos sexuales que sobrevinieron antes del ingreso en la madurez sexual, o sea, consecuencias de las huellas mnémicas psíquicas de estas noxas. Las causas actuales productoras de neurastenia y neurosis de angustia desempeñan a menudo, simultáneamente, el papel de causas suscitadotas de las neurosis de defensa; por otro lado las causas específicas de la neurosis de defensa, los traumas infantiles, establecen al mismo tiempo el fundamento para la neurastenia que se desarrollará luego.

Naturaleza y mecanismo de la neurosis obsesiva[editar]

En la etiología de la neurosis obsesiva, unas vivencias sexuales de la primera infancia poseen la misma significatividad que en la histeria; empero, ya no se trata aquí de una pasividad sexual, sino de unas agresiones ejecutadas con placer y de una participación, que se sintió placentera, en actos sexuales; se trata de una actividad sexual. A esta diferencia en las constelaciones etiológicas se debe que la neurosis obsesiva parezca preferir al sexo masculino. En todos mis casos de neurosis obsesiva he hallado un trasfondo de síntomas histéricos que se dejan reconducir a una escena de pasividad sexual anterior a la acción placentera. Una agresión sexual prematura presupone siempre una vivencia de seducción. La decisión de que sobre la base de los traumas de la infancia se genere una histeria o una neurosis obsesiva parece entramada con las constelaciones temporales del desarrollo de la libido. Las representaciones obsesivas son siempre reproches mudados, que retornan de la represión y están referidos siempre a una acción de la infancia, una acción sexual realizada con placer.


Para elucidar esta tesis es necesario describir la trayectoria típica de una neurosis obsesiva:

  • En un primer período, el de la inmoralidad infantil, ocurren los sucesos que contienen el germen de la neurosis posterior. En la más temprana infancia, las vivencias de seducción sexual que luego posibilitan la represión; y después las acciones de agresión sexual contra el otro sexo, que más tarde aparecen bajo la forma de acciones- reproche.
  • Pone término a este período el ingreso, a menudo anticipado, en la maduración sexual. Al recuerdo de aquellas acciones placenteras se anuda un reproche, y el nexo con la vivencia inicial de pasividad posibilita, con frecuencia sólo tras un empeño conciente y recordado, reprimir ese reproche y sustituirlo por un síntoma defensivo primario. Escrúpulos de la conciencia moral, vergüenza, desconfianza de sí mismo, son esos síntomas, con los cuales empieza el tercer período, de la salud aparente, pero, en verdad, de la defensa lograda.
  • El período siguiente, el de la enfermedad, se singulariza por el retorno de los recuerdos reprimidos por el fracaso de la defensa. Es incierto si el despertar de esos recuerdos sobreviene más a menudo de manera casual y espontánea, o a consecuencia de unas perturbaciones sexuales actuales, como efecto colateral de estas últimas. Los recuerdos reanimados y los reproches formados desde ellos nunca ingresan inalterados en la conciencia; lo que deviene conciente como representación y afectos obsesivos, sustituyendo al recuerdo patógeno en el vivir conciente, son unas formaciones de compromiso entre las representaciones reprimidas y las represoras.

Existen dos formas de la neurosis obsesiva, según que se conquiste el ingreso a la conciencia sólo el contenido mnémico de la acción reproche, o también el afecto reproche a ella anudado. El primer caso es el de las representaciones obsesivas típicas, en que el contenido atrae sobre sí la atención del enfermo y como afecto se siente sólo un displacer impreciso, en tanto que al contenido de la representación obsesiva solo convendría el afecto del reproche. El contenido de la representación obsesiva está doblemente desfigurado respecto del que tuvo la acción obsesiva en la infancia: en primer lugar, porque algo actual remplaza a lo pasado y, en segundo lugar, porque lo sexual está sustituido por un análogo no sexual. Estas dos modificaciones son el efecto de la inclinación represiva que continúa vigente, y que atribuiremos al “yo”. El influjo del recuerdo patógeno reanimado se muestra en que el contenido de la representación obsesiva sigue siendo fragmentariamente idéntico a lo reprimido o se deriva de esto por medio de una correcta secuencia de pensamiento. Desde una impresión actual han sido incitadas dos diversas ilaciones de pensamiento; de ellas, la que ha pasado por el recuerdo reprimido demuestra estar formada tan correctamente desde el punto de vista lógico como la otra, no obstante ser insusceptible de conciencia e incorregible. Toda vez que una obsesión neurótica aparece en lo psíquico, ella proviene de una represión, las representaciones obsesivas no tienen, por así decir, curso psíquico forzoso a causa de su valor intrínseco, sino por el de la fuente de que provienen o que ha contribuido a su vigencia. Una segunda plasmación de la neurosis obsesiva se produce si lo que se conquista una subrogación en la vida psíquica conciente no es el contenido mnémico reprimido, sino el reproche, reprimido igualmente. El afecto de reproche puede mudarse, en virtud de un agregado psíquico, en un afecto displacentero de cualquier otra índole; el devenir conciente del afecto sustituyente ya no encuentra obstáculos en su camino. El reproche, por haber llevado en la infancia la acción sexual, se muda fácilmente en vergüenza, en angustia hipocondríaca, en angustia social, en angustia religiosa, en delirio de ser notado, en angustia de tentación. El contenido mnémico de la acción reproche puede estar subrogado también en la conciencia o ser relegado por completo, lo cual dificulta en sumo grado el discernimiento diagnóstico.

Junto a estos síntomas de compromiso, que significan el retorno de lo reprimido y, con él, un fracaso de la defensa originariamente lograda, la neurosis obsesiva forma una serie de otros síntomas de origen diverso. El yo procura defenderse de aquellos retornos del recuerdo inicialmente reprimido, y en esta lucha defensiva crea unos síntomas que se podrían agrupar bajo el título de “defensa secundaria”.

Todos estos síntomas constituyen medidas protectoras que han prestado muy buenos servicios para combatir las representaciones y afectos obsesivos. Si estos auxilios para la lucha defensiva consiguen efectivamente volver a reprimir los síntomas del retorno impuestos al yo, la compulsión se transfiere sobre las medidas protectoras mismas y así crea una tercera plasmación de la neurosis obsesiva: las acciones obsesivas. La defensa secundaria frente a las representaciones obsesivas puede tener éxito mediante un violento desvío hacia otros pensamientos, cuyo contenido sea el más contrario posible. La defensa secundaria frente a los afectos obsesivos da por resultado una serie todavía mayor de medidas protectoras que son susceptibles de mudarse en acciones obsesivas. Los casos graves de esta afección culminan en la fijación de acciones ceremoniales, o en una manía de duda universal, o en una existencia estrafalaria condicionada por fobias. Que la representación obsesiva y todo cuanto de ella deriva no halle creencia se debe a que a raíz de la represión primaria se formó el síntoma defensivo de la escrupulosidad de la conciencia moral, que de igual modo cobró vigencia obsesiva.

Análisis de un caso de paranoia crónica[editar]

La paranoia es una psicosis de defensa, es decir que proviene, lo mismo que la histeria y las representaciones obsesivas, de la represión de recuerdos penosos, y que sus síntomas son determinados en su forma por el contenido de lo reprimido. Es preciso que la paranoia posea un particular camino o mecanismo de represión, así como la histeria lleva a cabo esta por el camino de la conversión a la inervación corporal y la neurosis obsesiva por sustitución. Partí de la premisa de que en la paranoia, como en las otras dos neurosis de defensa había unos pensamientos inconscientes y unos recuerdos reprimidos que, lo mismo que en aquellas, podían ser llevados a la conciencia venciendo una cierta resistencia; y la enferma corroboró enseguida esa expectativa. Las falsas interpretaciones de la paranoia están basadas en una represión. Esas alucinaciones no eran otra cosa que fragmentos tomados del contenido de las vivencias infantiles reprimidas, síntomas del retorno de lo reprimido. Pasé al análisis de las voces. Estas voces no podían ser unos recuerdos reproducidos por vía alucinatoria, como las imágenes y sensaciones, sino que eran más bien unos pensamientos dichos en voz alta. Las voces debían su génesis a la represión de unos pensamientos que en su resolución de última significaban en verdad unos reproches con ocasión de una vivencia análoga al trauma infantil.