Ir al contenido

Las neuropsicosis de defensa

De Wikiversidad
Las neuropsicosis de defensa

Título Las neuropsicosis de defensa
Autor Sigmund Freud
Año 1894

Modificación en la teoría de la neurosis histérica psiquiátrica: que el complejo sintomático de la histeria, justifica el supuesto de una escisión de la conciencia con formación de grupos psíquicos separados es cosa que debería ser universalmente aceptada. Menos claras están las opiniones sobre el origen de esa escisión de la conciencia y sobre el papel que ese carácter desempeña en la ensambladura de la neurosis histérica.

Janet: la escisión de conciencia es un rasgo primario de la alteración histérica. Tiene por base una endeblés innata de la aptitud para la síntesis psíquica, un estrechamiento del campo de conciencia, que como estigma psíquico testimonia la degeneración de los individuos histéricos.

Breuer: base y condición de la histeria es el advenimiento de unos estados de conciencia peculiarmente oníricos, con una aptitud limitada para la asociación, a los que propone denominar estados hipnoides. La escisión de la conciencia es secundaria, adquirida; se produce en virtud de que las representaciones que afloran en estados hipnoides están segregadas del comercio asociativo con el restante contenido de conciencia.

La escisión del contenido de conciencia es consecuencia de un acto voluntario del enfermo; vale decir es introducida por un empeño voluntario cuyo motivo es posible indicar. En la tercera forma de histeria que hemos comprobado mediante el análisis psíquico de enfermos inteligentes, la escisión de conciencia desempeña un papel mínimo, quizá ninguno. Son aquellos casos que meramente se intercepto la reacción frente al estimulo traumático y que luego serán tramitados y curados por abreacción: las histerias de retención puras.

Los pacientes analizados gozaron de salud psíquica hasta el momento en que sobrevino un caso de inconciliabilidad en su vida de representaciones. Hasta que se presento a su yo una vivencia que despertó un afecto tan penoso que la persona decidió olvidarla, no confiando en poder solucionar con su yo, mediante un trabajo de pensamiento, la contradicción que esa representación inconciliable le oponía.

No puedo aseverar que el empeño voluntario por esforzar a apartarse de los propios pensamientos algo de este tipo constituya un acto patológico. Solo se que en los pacientes ese olvido no se logro sino que llevo a diversas reacciones patológicas que provocaron una histeria, o una representación obsesiva, o una psicosis alucinatoria. En la aptitud para provocar mediante aquel empeño voluntario uno de estos estados, todos los cuales se conectan con una escisión de conciencia, ha de verse la expresión de una predisposición patológica, que no necesariamente es idéntica a una degeneración personal o hereditaria.

Acerca del camino que desde el empeño voluntario del paciente lleva a la génesis del síntoma neurótico, me he formado una opinión que acaso en las abstracciones psicológicas usuales se podría expresar así: la tarea que el yo defensor se impone, tratar como no acontecida la representación inconciliable, es directamente insoluble para él; una vez que la huella mnémica y el afecto adherido a la representación están ahí, ya no se los puede extirpar. Por eso equivale a una solución aproximada de esta tarea lograr convertir esta representación intensa en una débil, arrancarle su afecto, la suma de excitación que sobre ella gravita. Entonces esa representación débil dejara de plantear totalmente exigencias al trabajo asociativo; empero la suma de excitación divorciada de ella tiene que ser aplicada a otro empleo.

Hasta aquí son iguales los procesos en la histeria y en las fobias y representaciones obsesivas; desde este punto los caminos se separan. En la histeria, el modo de volver inocua la representación inconciliable es trasponer a lo corporal la suma de excitación: “conversión”.

La conversión puede ser total o parcial, y sobrevendrá en aquella innervación motriz o sensorial que mantenga un nexo mas intimo o mas laxo con la vivencia traumática. El yo ha conseguido así quedar exento de contradicción pero, a cambio, ha echado sobre si el lastre de un símbolo mnémico que habita la conciencia al modo de un parasito, sea como una innervación motriz irresoluble o como una sensación alucinatoria que de continuo retorna y que permanecerá ahí hasta que sobrevenga una conversión en la dirección inversa. La huella mnémica de la representación reprimida no ha sido sepultada, sino que forma en lo sucesivo el núcleo de un grupo psíquico segundo.

Procesos psicofísicos que ocurren en la histeria: una vez formado en un momento traumático ese núcleo para una escisión histérica, su engrosamiento se produce en otros momentos llamados traumáticos auxiliares, toda vez que una impresión de la misma clase, recién advenida, consiga perforar la barrera que la voluntad había establecido, aportar nuevo afecto a la representación debilitada e imponer por un momento el enlace asociativo de ambos grupos psíquicos, hasta que una nueva conversión ofrezca defensa. El efecto del método catártico de Breuer consiste en volver a guiar la excitación, con conciencia de la meta, de lo corporal a lo psíquico, para forzar luego a reequilibrar la contradicción mediante un trabajo de pensamiento y a descargar la excitación por medio del habla.

Si la escisión de conciencia de la histeria adquirida descansa un acto voluntario se explica con sorprendente facilidad el asombroso hecho de que la hipnosis, por regla general ensanche la conciencia estrechada de los histéricos y vuelva asequible el grupo psíquico escindido. Es una propiedad de toso los estados semejantes al dormir el hecho de que cancelan aquella distribución de la excitación sobre la que descansa la voluntad de la persona conciente. No discernimos el factor característico de la histeria en la escisión de conciencia, sino en la aptitud para la conversión. Una pieza importante de la predisposición histérica: la capacidad psicofísica para trasladar a la innervación corporal unas sumas tan grandes de excitación. En si y por si esta capacidad no excluye la salud psíquica y solo lleva a la histeria en caso de una inconciabilidad psíquica o de un almacenamiento de la excitación.

Si en una persona predispuesta a la neurosis no está presente la capacidad convertidora y, no obstante, para defenderse de una representación inconciliable se emprende el divorcio entre ella y su afecto, es fuerza que ese afecto permanezca en el ámbito psíquico. La representación ahora debilitada queda segregada de toda asociación dentro de la conciencia, pero su afecto, liberado, se adhiere a otras representaciones, en sí no inconciliables, que en virtud de este “enlace falso” devienen representaciones OBSESIVAS. He ahí en pocas palabras, la teoría psicológica de las representaciones obsesivas y fobias. Directamente demostrable es, además del punto final del proceso, la representación obsesiva misma, ante todo la fuente de la que proviene el afecto que se encuentra dentro de un enlace falso. En todos los casos era la vida sexual la que había proporcionado un afecto penoso de la misma índole que el afecto endosado a la representación obsesiva. Con facilidad se comprende que justamente la vida sexual conlleve las más abundantes ocasiones para la emergencia de representaciones inconciliables. Es demostrable el empeño voluntario, el intento defensivo a que la teoría atribuye gravitación; los enfermos mismos anotician que la fobia o representación obsesiva sólo aparecieron después que el empeño voluntario hubo alcanzado en apariencia su propósito. La representación obsesiva figura un sustituto o un subrogado de la representación sexual inconciliable y la ha relevado dentro de la conciencia. El divorcio entre la representación sexual y su afecto, y el enlace de este último con otra representación adecuada pero no inconciliable: he ahí unos procesos que acontecen sin conciencia, que sólo es posible suponer y ningún análisis clínico- psicológico es capaz de demostrar. Estos en modo alguno son procesos de naturaleza psíquica, sino procesos físicos cuya consecuencia se figura como si real y efectivamente hubiera acontecido lo expresado mediante los giros “divorcio entre la representación y su afecto” y “enlace falso” de este. De otros casos de simultaneidad entre representaciones obsesivas y representaciones sexuales de tinte penoso. No es muy adecuado llamar a estas últimas “representaciones obsesivas sexuales”, les falta un rasgo esencial de las representaciones obsesivas: demuestran estar plenamente justificadas, mientras que lo penoso de las representaciones obsesivas ordinarias constituye un problema para el médico y el enfermo. Los enfermos suelen mantener en secreto sus representaciones obsesivas toda vez que son concientes de su origen sexual. Y cuando se quejan de ellas, las más de las veces expresan su asombro por sucumbir al afecto en cuestión. Al médico experto, ese afecto le aparece justificado e inteligible; para él lo llamativo es sólo el enlace de ese afecto con una representación que no es digna de él. El afecto de la representación obsesiva le aparece como dislocado, transportado y el médico puede ensayar la retraducción a lo sexual en una serie de casos de representación obsesiva. Para el enlace secundario del afecto liberado se puede aprovechar cualquier representación que por su naturaleza sea compatible con un afecto de esa cualidad. O bien tenga con la representación inconciliable ciertos vínculos a raíz de los cuales parezca utilizable como su subrogado. La ventaja obtenida por el yo tras emprender para la defensa el camino del transporte del afecto es mucho menor que en el caso de la conversión de una excitación psíquica en una inervación somática. El afecto bajo el cual el yo padecía permanece como antes, sin cambio y sin disminución; sólo la representación inconciliable ha sido sofrenada, excluida del recordar. Las representaciones reprimidas constituyen también aquí el núcleo de un grupo psíquico segundo que es asequible sin el auxilio de la hipnosis. Si en las fobias y representaciones obsesivas están ausentes los síntomas más llamativos que en la histeria acompañan a la formación de un grupo psíquico independiente, ello se debe sin duda, a que en el primer caso la alteración íntegra ha permanecido en el ámbito psíquico y el vínculo entre excitación psíquica e inervación somática no ha experimentado cambio alguno. No puedo aseverar que todas las fobias y representaciones obsesivas nazcan por el camino aquí descubierto. Existen fobias puramente histéricas. El mecanismo del transporte del afecto es demostrable en la gran mayoría de las fobias y representaciones obsesivas y sostendría que estas neurosis, a las que con igual frecuencia hallamos aisladas o combinadas con una histeria o una neurastenia, no pueden situarse en un mismo grupo con la neurastenia común, para cuyos síntomas básicos no cabe suponer un mecanismo psíquico.

El los dos casos considerados hasta ahora, la defensa frente a la representación inconciliable acontecía mediante el divorcio entre ella y su afecto. Pero la representación, si bien debilitada y aislada, permanecía dentro de la conciencia. Existe una modalidad defensiva mucho más enérgica y exitosa que consiste en que el yo desestima la representación insoportable junto con su afecto y se comporta como si la representación nunca hubiera comparecido. Sólo que en el momento en que se ha conseguido esto, la persona se encuentra en una psicosis que no admite otra clasificación que “confusión alucinatoria”. El contenido de una psicosis alucinatoria como esta consiste justamente en realzar aquella representación que estuvo amenazada por la ocasión a raíz de la cual sobrevino la enfermedad. El yo se ha defendido de la representación insoportable mediante el refugio en la psicosis. El yo se arranca de la representación insoportable, pero esta se entrama de manera inseparable con un fragmento de la realidad objetiva y en tanto el yo lleva a cabo esa operación, se desase también, total o parcialmente, de la realidad objetiva. Esta última es la condición bajo la cual se imparte a las representaciones propias una vividez alucinatoria y de esta suerte, tras una defensa exitosamente lograda, la persona cae en confusión alucinatoria. La confusión alucinatoria no suele ser compatible con la persistencia de la histeria, y por regla general, tampoco con la de las representaciones obsesivas. No es raro que una psicosis de defensa interrumpa episódicamente la trayectoria de una neurosis histérica o mixta.

Representación o hipótesis auxiliar: En las funciones psíquicas cabe distinguir algo (monto de afecto, suma de excitación) que tiene todas las propiedades de una cantidad, aunque no poseamos medio alguno para medirla; algo que es susceptible de aumento, disminución, desplazamiento y descarga, y se difunde por las huellas mnémicas de las representaciones como lo haría una carga eléctrica por la superficie de los cuerpos.