Historias para estudiantes de español/Avanzado

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Cuentos de Grimm[editar]

El Cuento del Novio Ladrón[editar]

Había una vez un molinero. En el molino molía trigo para hacer harina. Con la harina hacían pan. El molinero tenía una hija muy hermosa. El molinero estaba ansioso y preocupado porque quería encontrar un buen esposo para su hija. Él pensó: El esposo de mi hija debe ser un hombre bueno y rico. Debe tener una profesión, debe ser un doctor, o un ingeniero, o un abogado, o un hombre de negocios.

Un día viene un hombre a la casa del molinero. El lleva un traje muy elegante, lleva zapatos nuevos y es muy guapo. También tiene un carro nuevo. El carro es un Lamborghini. Cuando el molinero lo ve, piensa: “Este puede ser un buen esposo para mi hija.” Le pregunta al hombre “¿Cuál es su profesión? ¿En qué trabaja usted?” El hombre contestó: “Yo soy un banquero. Trabajo en un banco. ” El molinero le preguntó: “¿Dónde vive usted?” El hombre contestó: “Tengo dos casas. Una en la ciudad y otra en el bosque.”

El molinero estaba muy impresionado. Le presentó a su hija. A la hija NO le gustó el hombre. Sí era guapo y llevaba ropa muy elegante. Pero la muchacha pensó “No me gusta cómo me ve.” Ella no quería casarse con el hombre pero su papá si quería que se casara. Le dio permiso para visitar todos los domingos. El muchacho le dio un anillo muy grande a la muchacha y le dio una caja de monedas de oro al molinero. Al fin se comprometieron (engaged) para casarse.

Un domingo el hombre le dijo a la muchacha. “Yo siempre vengo a visitarte. Ahora tú debes venir a mi casa en el bosque.” La muchacha no quería visitar su casa pero el papá le insistió. Al fin ella dijo: “¿Cómo voy a saber dónde está tu casa en el bosque?” Él le dijo: “’Voy a tirar cenizas por el camino para que puedas encontrar (find) mi casa.”

El domingo siguiente la muchacha se preparó para salir. Estaba nerviosa, no confiaba en su prometido (fiancé). Llenó sus bolsas con frijoles en semilla (been seeds). Siguió el rastro de cenizas. Mientras caminaba tiraba frijoles. Al fin llegó a la casa en el bosque. El bosque estaba oscuro. La casa también estaba oscura, no había ni una luz. La muchacha tocó a la puerta. Nadie abrió la puerta. Ella abrió la puerta y buscó a su prometido por toda la casa. En un cuarto había una jaula con un pájaro que le gritó “¡Vete! ¡Vete! ¡Vete!” Pero ella no obedeció. Bajó por las escaleras al sótano. Allí encontró a una viejita que cocinaba sopa en una gran olla. Ella le dijo “No debes estar aquí! Tu prometido es un ladrón, es un hombre malo. El roba dinero, roba carros, roba joyas. Esta casa es de una banda de ladrones. El me robo a mí porque cocino muy rico. Yo no puedo escapar porque no puedo correr ni caminar rápido. ¿Me ayudas a escapar?”

De pronto, oyeron las pisadas de unos hombres. ¡Eran los ladrones! La viejita escondió a la muchacha detrás de unas cajas. Las cajas estaban llenas de dinero y joyas robadas. El prometido preguntó a la viejita “¿Vino mi novia?” Ella dijo “no”. Los ladrones comieron mucha sopa caliente y deliciosa. La viejita había puesto medicina para dormir en la sopa. Luego se quedaron bien dormidos. La muchacha puso a la viejita sobre su espalda y subió las escaleras del sótano. Cuando salieron al bosque, no había cenizas. El viento se las había llevado. Pero vieron que las semillas de frijol habían crecido en plantitas. Siguieron las plantitas y llegaron al molino. La muchacha le dijo todo al papá y llamaron a la policía. La policía arrestó a los ladrones.

Cuentos tradicionales[editar]

El anillo[editar]

– Vengo, maestro, porque me siento mal y no tengo fuerzas para hacer nada. Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto. ¿Cómo puedo mejorar? ¿Qué puedo hacer para que me valoren más?

El maestro, sin mirarlo, le dijo:– Cuanto lo siento muchacho, no puedo ayudarte, tengo que resolver primero mi propio problema. Si puedes ayudarme , yo podría resolver mi problema más rápido, y después, tal vez te pueda ayudar.

– Vale – dijo el muchacho, pero sintió otra vez que él no era muy importante.

El maestro se quitó un anillo que llevaba en el dedo pequeño de la mano izquierda y dándoselo al muchacho, dijo:

– Toma el caballo que está allí afuera y cabalga hasta el mercado. Tienes que vender este anillo, y es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, pero no aceptes menos de una moneda de oro. Vete y regresa con esa moneda lo más rápido posible. El joven tomó el anillo y se fue.

En el mercado empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes, estos lo miraban con algún interés, hasta que decía el precio mínimo por el anillo.

Cuando el joven mencionaba la moneda de oro, unos se reían, otros ni le contestaban y un viejito le explicó que una moneda de oro era mucho dinero a cambio del anillo.

Después de ofrecer la joya a más de cien personas, montó a su caballo y regresó.

Entró en la casa y dijo:

– Maestro, lo siento, no pude hacer lo que me pediste. Quizás pudiera recibir dos o tres monedas de plata, pero no creo que yo pueda engañar a nadie sobre el verdadero valor del anillo.

– ¡Qué importante es lo que dices, joven amigo! – Contestó sonriente el maestro. Tenemos que saber primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar y vete al joyero. Él es el experto. Dile que quieres vender el anillo, y pregúntale cuánto te da por él. ¡Pero no se lo vendas! Vuelve aquí con el anillo. El joven volvió a cabalgar.

El joyero examinó el anillo minuciosamente, lo miró con la lupa, lo pesó y luego le dijo: – Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender ya, no puedo darle más de 58 monedas de oro.

– ¿58 monedas? – exclamó el joven.

– Sí – contestó el joyero – sé que con el tiempo podríamos obtener hasta 70, pero si la venta es urgente…

El joven corrió emocionado a casa del maestro para contárselo todo.

– Siéntate – dijo el maestro después de escucharlo.

Tú eres como este anillo: una joya única y de mucho valor, y sólo puede evaluarte verdaderamente un experto. ¿Cómo puedes vivir tu vida si crees que cualquiera pueda descubrir tu verdadero valor?

Y volvió a ponerse el anillo en el dedo pequeño de su mano izquierda.

El murciélago[editar]

Cuento adaptado de Eduardo Galeano (1940-2015 Uruguay)

Cuando era el tiempo muy niño todavía, no había en el mundo un animal más feo que el murciélago.

El murciélago subió al cielo en busca de Dios. Le dijo:

– Estoy harto de ser horroroso. Dame plumas de colores.

– No, – le dijo Dios.

Entonces el murciélago le dijo a Dios:

– Dame plumas, por favor, que me muero de frío.

Pero Dios ya no tenía ninguna pluma.

– Cada pájaro te dará una – decidió.

Así obtuvo el murciélago la pluma blanca de la paloma y la verde del papagayo, la pluma de muchos colores del colibrí y la rosa del flamenco, la roja del cardenal y la pluma azul de la espalda del martín pescador, la pluma marrón del ala de águila y la pluma amarilla del pecho del tucán.

El murciélago, con muchos colores y agilidad, volaba entre la tierra y las nubes. Por donde iba, quedaba alegre el aire y quedaban los pájaros mudos de admiración.

Dicen los pueblos antiguos que el arco iris nació de su vuelo.

La vanidad le hinchó el pecho. Miraba con arrogancia y hablaba ofendiendo.

Se reunieron los pájaros. Juntos volaron hacia Dios.

– El murciélago se burla de nosostros – se quejaron. – Y además sentimos frío por las plumas que nos faltan.

Al día siguiente, cuando el murciélago agitó las alas en pleno vuelo, quedó inmediatamente desnudo. Una lluvia de plumas cayó sobre la tierra.

El sigue buscándolas todavía. Ciego y feo, enemigo de la luz, vive escondido en las cuevas. Sale a buscar las plumas perdidas cuando ha caído la noche. Y vuela muy rápido, sin detenerse nunca, porque le da vergüenza que lo vean.

El Sol y el erizo[editar]

Hace mucho tiempo, el Sol decidió casarse e invitó a todos los animales a una celebración para presentar a su novio. El erizo no tenía ganas de ir a la fiesta y pensó en toda clase de excusas pero pronto se dio cuenta de que es imposible decirle no al rey de la vida, así que fue a la celebración con todos los otros animales.

Todos iban entusiasmados menos él, que no dijo ni una palabra en todo el camino.

Al llegar al palacio del Sol, los invitados se sentaron a comer y a beber y pronto todos estaban borrachos. Todos menos el erizo que, sentado en un rincón, se dedicaba a roer una piedra que había traído.

Después de un rato, se abrieron las puertas principales y una gran ola de luz y de calor invadió la sala. Era el Sol que, emocionado, invitó a todo el mundo a bailar y a divertirse. El erizo siguió en su rincón, royendo la piedra.

– ¿Qué haces, erizo? preguntó el Sol. – ¡Deja esa piedra y disfruta de la fiesta! ¡Pronto será mi boda y quiero que todo el mundo esté contento!

– No puedo. Estoy muy preocupado porque pienso que si eres el único Sol y ya hace bastante calor sobre la tierra, ¿qué va a suceder cuando tengas hijos?

Las plantas se van a secar y la tierra se va a convertir en un desierto. ¿Qué comeremos entonces? Será mejor que nos vayamos acostumbrando a comer piedras, para que cuando sobre la Tierra no quede nada más, éstas no nos sepan tan mal.

El Sol se quedó muy pensativo. Salió de la gran sala de su palacio y, sentado en su trono, se quedó meditando sobre lo que había dicho el erizo.

Después de un rato volvió y les dijo a todos:

– Amigos, tendréis que volver a casa. He decidido, por el bien de todos, no casarme. Vuestro amigo el erizo tiene razón: no puede haber más que un sol. Mis hijos causarían un desastre, todos los animales y las plantas morirían de calor.

Los animales, al verse privados de su fiesta, se enfurecieron y quisieron matar al erizo. Pero éste se había escondido. Solo salió cuando ya no había nadie.

Hasta ese momento, el erizo no tenía púas. Pero después de lo que había pasado en el palacio, el Sol le dio las púas para que pudiera protegerse de los otros animales. Por eso puede convertirse en una bola y no tenerle miedo a nadie.

Mientras el Sol, al comprender lo importante que es mantener el equilibrio en la naturaleza, siguió reinando en solitario.


El monstruo de Bañolas[editar]

En el norte de Cataluña existe un lago llamado ‘Lago de Bañolas’ (‘Estany de Banyoles’ en catalán) que es uno de los lagos más grandes de España. Todos conocemos el monstruo del ‘Lago Ness’ pero casi nadie sabe que en el Lago de Bañolas hay un monstruo también. Cuenta la leyenda que es un monstruo en forma de dragón (‘drac’ en catalán). Los habitantes de la región cuentan que el dragón es el responsable de las desapariciones de ganado, de inundaciones y terremotos e incluso de desapariciones de turistas y aviones…

En el siglo octavo vivía una bestia enorme en una cueva a orillas del Lago de Bañolas. El monstruo, que era descendiente de los animales prehistóricos, tenía aspecto de dragón. Tenía alas grandes pero como pesaba mucho, no podía volar. Cuando caminaba, la tierra temblaba como un flan. Su aliento era asqueroso. Pero lo peor de todo era su gran apetito. Los habitantes vivían aterrorizados y no hacían otra cosa que rezar. Todos temían que el monstruo se cansara de comer animales y fuera a las aldeas para alimentarse de carne humana. Y, efectivamente, llegó un momento en que cada noche desaparecía una persona.

Aquella historia llegó a oídos de las tropas de Carlomagno que se encontraban cerca de allí, celebrando sus victorias sobre los moros. Los hombres de Carlomagno decidieron matar el dragón. Un batallón de soldados se fue al lago. Pero cuando llegaron a la cueva del dragón, la bestia sopló y llegó a ellos una nube asquerosa que les dejó ciegos y sin respiración. Intentaron huir pero el animal los mató a casi todos. El desastre fue transmitido a Carlomagno por los pocos supervivientes. El emperador era muy valiente y quería vengarse personalmente. Se dirigió al lago de Bañolas con lo mejor de su ejército. Al llegar, ciego de ira, Carlomagno lanzó un grito, alzó su espada y se dirigió hacia la cueva del monstruo. Sus hombres fueron tras él. La bestia bostezó. Su aliento asqueroso llegó al caballero que se cayó y perdió el conocimiento.

A la primera línea de sus soldados le pasó lo mismo y los otros soldados huyeron. Cuando Carlomagno se despertó, el dragón ya no estaba allí. Dio gracias al cielo por haberle salvado la vida y se alejó de aquellas tierras con su ejército para nunca más volver.

Entonces, los habitantes de las aldeas cercanas al lago, decidieron pedir la ayuda de un monje francés llamado Emerio, famoso por sus milagros. El monje llegó a Bañolas semanas más tarde y se dirigió rezando a la cueva del dragón. Cuando la bestia vio al hombre, no estornudó, ni sopló ni bostezó ni gruñó. Sólo movió la cola como un perro y siguió al monje mansamente. Emerio dio gracias a Dios por haber escuchado sus oraciones. Al llegar juntos a la plaza del pueblo, la gente los esperaba.

– Aquí está vuestro terrible monstruo, dijo el monje. – Resulta que es completamente inofensivo.

La gente, perpleja, se acercó poco a poco al animal que los miraba pacíficamente. Todos se preguntaban: ¿qué había hecho el monje para amansarlo? Más aun, ¿por qué el dragón ya no olía tan asqueroso?

Alguien gritó: – acabemos con él ahora que está como hipnotizado.

– De ninguna manera, contestó el monje, es un animal totalmente inofensivo. Además, es vegetariano.

– ¿Y toda la gente que ha desparecido?

– Los desaparecidos son en realidad hombres que se fueron al ejército de Carlomagno a cambio de dinero, respondió Emerio.

– ¿Y todas las ovejas que han desaparecido?

– ¡Preguntad a Carlomagno y a sus cocineros!

De repente, un niño se acercó a la bestia. Acarició el animal que ronroneó como un gato.

– A veces, dijo el santo monje, – vemos peligros donde no los hay y no los vemos donde en realidad están.


La ciudad de los árboles[editar]

Hay un señor muy viejo que vive con su mujer en una ciudad rodeada de un frondoso bosque de árboles centenarios. Ha pasado toda la vida en la ciudad remota y nunca ha viajado a otra parte. Es bastante contento, pero el señor siempre ha tenido ganas de viajar. Sin embargo, su esposa es muy supersticiosa y siempre le dice que es mala idea salir de la ciudad de los árboles.

De vez en cuando, después de cenar, el señor le dice a su esposa: ─He trabajado en mi pequeño taller día tras día y he pasado cada noche en esta casita. No he visto nada más allá de aquel frondoso bosque. Me siento atrapado aquí en este sillón, en esta casa, en esta ciudad. Quiero irme volando. ¿Por qué no viajemos por el mundo?

La vieja siempre le responde: ─Cariño, no es posible salir de aquí. Como te he dicho muchas veces, en esta ciudad somos humanos, pero más allá de aquellos árboles, nos convertiremos en las palomas.─ Y cada vez el viejo la obedece aunque no cree la superstición de su mujer.

Hasta llega el día que el viejo se harta de obedecerla. Le dice: ─Año tras año te he escuchado y he guardado silencio, pero ¡ya basta! Hoy me voy. He cerrado el taller y he hecho la maleta. ¡Adiós!

Por eso día tras día la mujer se encuentra con su marido en el parque central. La vieja les da de comer unas semillas al viejo y a sus amigos como puedes ver con sus propios ojos.


David y Goliat (avanzada)[editar]

Había una vez un muchacho muy guapo y feliz. Se llamaba David. A él le gustaba mucho cantar. El muchacho tenía siete hermanos mayores y él era el más joven. Sus hermanos pensaban que él no era muy importante y le daban el peor trabajo de la casa: cuidar ovejas en el campo. El era pastor de ovejas. Un día hubo una guerra entre su país y el país vecino. Todos sus hermanos querían ir a la guerra. El también. Pero solo los tres mayores fueron a pelear en la guerra. Se fueron lejos. Pasaron muchos días. Pasó una semana, dos, tres… pasaron cuarenta días y no tenían noticias de los hermanos en la guerra.

Entonces su padre le dijo al muchacho “Ve a ver cómo están tus hermanos. Lleva estos nueve galones de granos tostados y diez panes para tus hermanos. Lleva estos diez quesos al capitán. Trae noticias de tus hermanos.”

David salió temprano en la mañana, puso la comida sobre un burro y dejó sus ovejas con otro pastor. David buscó y buscó el campamento de los israelitas. Al fin lo encontró. El vio dos ejércitos, un ejército en una montaña y otro ejército en la otra montaña. Los enemigos eran los Filisteos. Había un gigante con los enemigos. Se llamaba Goliat. El gritaba “Manden un guerrero fuerte a pelear conmigo. Si él gana nosotros seremos sus esclavos. Si yo gano, ustedes serán nuestros esclavos.”

David dijo “ ¿Quién es este filisteo que desafía los ejércitos del Dios viviente?” Los otros soldados le dijeron al rey Saúl lo que dijo David. Y Saúl lo llamó y le dijo “Tu quieres pelear contra Goliat? Eso es ridículo. El es muy alto, mide más de nueve pies y es muy fuerte.” David dijo “Dios me ayudó a matar al león y al oso. También me ayudará a matar al gigante Goliat.”

Entonces Saúl le dio su armadura. Pero era muy pesada y grande para David. El se la quitó. Luego fue al río a buscar cinco piedras pequeñas y redondas. Después fue al campo de batalla con su palo de pastor y su honda. El gigante Goliat se río de David y dijo “Soy un perro para que vengas con palos y piedras? Voy a dar tu carne a los pájaros y los animales salvajes.”

David le dijo “Tu vienes contra mi con espada y lanza, pero yo vengo contra ti en el nombre del Señor Todopoderoso, el Dios de los ejércitos de Israel.”

David corrió rápidamente para atacar al gigante. Sacó una piedra de su bolsa, la puso en su honda y la tiró. Le pegó en la frente al gigante. El se cayó al piso. Luego David corrió y le quitó su espada y le cortó la cabeza.

Los filisteos se dieron la vuelta y corrieron para el otro lado. Los israelitas corrieron detrás de ellos gritando. Así David se hizo famoso en todo Israel.


Brita y las Nornas[editar]

una leyenda de Escandinavia Hace muchos pero muchos años en Escandinavia,* vivían las nornas. Las nornas eran unas viejecitas muy sabias. Ellas vivían en una casita entre las raíces de un gran árbol. Las personas creían que ese árbol sostenía el mundo con sus raíces. Entonces las nornas cuidaban del árbol de día y de noche y le daban de beber agua especial de una fuente también especial. Las viejecitas también hilaban el hilo de la vida de cada persona. Ellas metían en el hilo las cosas que cada uno iba a vivir en el futuro.

Un día nacieron en la casa de unos campesinos ricos, dos bebés gemelos una niña y un niño La niña se llamaba Brita el niño se llamaba Gustavo. Los papás y los abuelos prepararon dulces y pasteles para recibir a las nornas, porque ellas siempre visitaban a los bebés. Ellas hacían regalos especiales a los niños cuando nacían.

Llegaron todas las nornas menos una. Comieron pasteles y dulces y luego dieron sus regalos a los bebés. A brita le dijeron: “Te daremos un oído fino, fino para entender cuando hablan los animales. Y te daremos un anillo de oro que te puede volver tan pequeña como él. También te daremos unas agujas que tejen la piedra como si fuera lana.

De pronto, entró la última norna, ella estaba muy enojada porque no la habían invitado. Todas las nornas escodieron a la niña pero no pudieron esconder al niño. Ella dijo: “Yo voy a ponerle un castigo (punishment) a su hijo.” Entonces la última norna vio la vela que estaba sobre la mesa y dijo “Cuando se acabe la vela, se acabara la vida de este niño.”

La mama gritó “NO!” y se desmayó. El papa gritó “!Agarren a esa bruja!” pero ella se escapó. Entonces una de las nornas tomó la vela y la apagó. Le amarró un listón azul y se la dio a la mamá y le dijo “Escóndela muy bien.” La mamá la escondió detrás de un gran reloj. Pasaron los años y los niños crecieron.

Un día Brita escuchó que los pájaros cantaban: “La sirvienta encontró una vela con un listón azul y la va a prender”. Entonces Brita corrió y corrió hasta que llegó a donde estaba la sirvienta y apagó la vela.

Después la mamá escondió la vela en un gran cofre. Pasó el tiempo y los niños cumplieron 10 años. Un día Brita estaba cosiendo un delantal y se le cayó su dedal. Cuando se agachó a buscarlo, escucho debajo del piso unos ratones que hablaban y decían “Mira que deliciosa vela con listón azul llevó para nuestro rey”. Brita buscó detrás de los muebles la entrada para el reino de los ratones.

Cuando la encontró le pidió a su anillo mágico que la hiciera tan pequeña como él. Entonces corrió y corrió hasta que la encontró y se la quitó a los ratones. Corrió y corrió y regresó a su casa. Así le salvó la vida a su hermano por segunda vez.

Entonces Brita tomó una roca y la tejió con sus agujas mágicas e hizo un calcetín de roca. Allí escondió la vela y la colgó del techo.

Otro día llego la norna mala y buscó y buscó la vela. La quería encender para que la vida del niño acabara. Pero nunca pudo encontrar la vela. Gustavo vivió hasta que se hizo un viejecito con muchos nietos en las rodillas.

Fin

  • (Escandinavia es Noruega, Finlandia y Suecia)

La dama o el tigre[editar]

Hace muchos años en los tiempos antiguos, había un rey. El rey era cruel y estricto. Toda la gente del país tenía miedo del rey. ¿Por qué? Porque la actividad favorita del rey era castigar a los criminales. Pero, no los tiraba en una cárcel. No los pegaba. No simplemente los mataba. Al rey cruel le gustaba jugar con los criminales capturados.

Los “juegos” tomaban lugar en el estadio nacional. Cuando un criminal fue capturado, el rey invitó a toda la gente del país al estadio y puso al criminal en el centro. Toda la gente lo miró con atención. En el estadio, había dos puertas. El criminal tenía que escoger una puerta. Detrás de una puerta había una dama muy bonita y él criminal se casó con ella y ellos salieron con su libertad para vivir felices.

Pero, detrás de la otra puerta, había un tigre feroz. El tigre comía a los criminales que abrían la puerta equivocada. Los criminales nunca sabían cuál puerta tenía el tigre y cuál tenía la dama bonita. Durante los años, muchos hombres salieron con esposas nuevas y muchos llegaron


El hombre de las aguas – leyenda de Rusia[editar]

Juan era un muchacho alto y fuerte. El trabajaba con su padre haciendo zapatos y botas de cuero. Un día Juan caminaba por el bosque. El llevaba un par de botas a otro pueblo para un cliente de su padre. También llevaba un almuerzo de pan y queso. Él sabía que el bosque era peligroso. Había un lago en el bosque donde vivía un hombre cubierto de musgo (moss) verde y ojos fosforescentes color amarillos.

Cuando pasaba cerca del lago, vio a una muchacha vestida de blanco, con el pelo largo y rubio. Ella estaba sentada a la orilla del lago y se lavaba los pies en el agua. Juan le gritó “¡Aléjate de la orilla! ¡Es peligroso!” Y corrió hacia ella. Pero era demasiado tarde… una mano verde salió del agua, le agarró la pierna y la jaló dentro del agua.

Juan no lo pensó dos veces. Cuando llegó a la orilla dejó sus paquetes en la tierra y se tiró al agua. El nadó con todas sus fuerzas hasta alcanzar al hombre verde y a la chica. Ellos estaban entrando a un castillo de cristal bajo el agua. El la agarró del brazo y le dijo al hombre verde: “¡Suéltala!” El hombre de las aguas dijo: “No, ella será mi esposa.” Juan dijo: “Suéltala y te daré mi almuerzo y las botas. Te daré lo que quieras.” El hombre verde dijo: “La soltaré si me traes la flor de Kupala, la flor de fuego que florece en lo profundo del bosque una vez al año.”

Juan le dijo: “Te la traeré.” La muchacha le se arrancó un pelo largo y rubio de la cabeza y lo enrolló en el dedo pequeño de Juan. La muchacha le dijo: “Él te protegerá de los peligros del bosque”.

Juan nadó a la superficie del lago, salió y corrió hasta lo más profundo del bosque. Allí esperó la noche. Cuándo fue de noche escuchó el “uuuu” de los búhos, escuchó aullidos de animales salvajes, sintió insectos caminar entre sus pies descalzos. Juan sintió miedo, MUCHO MIEDO. De pronto el pelo rubio de la muchacha se desenrolló de su dedo y se hizo largo largo y formo un círculo protector a su alrededor. Después, a la medianoche, todos los sonidos del bosque se callaron.

Luego vio en el árbol más alto que empezaba a abrirse un flor roja y cuando se abrió brillaba como el fuego. Juan subió el árbol rápidamente. Tomó la flor en sus manos la arrancó y bajo el árbol rápidamente. Después corrió hacia el lago. Mientras corría la flor le hablaba: “Quédate conmigo y te haré el hombre más poderoso de la Tierra” le decía. Pero Juan no quería escuchar. Llegó al lago, se tiró al agua y nadó con todas sus fuerzas. Llegó al castillo de cristal, le dio la flor al hombre verde y él dejó escapar a la muchacha de los cabellos rubios. Los dos subieron a la superficie y luego corrieron a la casa de Juan. cuando llegaron a su casa, él le pidió que fuera su esposa se casaron y fueron felices.

Fin