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Historia contemporánea de España/Lección 6 Lectura

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TEMA 7 Las transformaciones económicas y sociales del siglo XIX

1. Las desamortizaciones y la agricultura. 2. La industrialización y el transporte. 3. Los cambios sociales y demográficos. 4. Los inicios del movimiento obrero.

1. Las desamortizaciones y la agricultura: Al empezar el siglo XIX la agricultura española se caracterizaba por el mantenimiento por el régimen señorial, caracterizada por: Las técnicas arcaicas (barbecho, escasez del abono, herramientas tradicionales,…) que originaba una baja productividad, cosechas irregulares y frecuentes crisis de subsistencias. Sistema de propiedad feudal en el que predominaba la propiedad compartida señor-campesino y el sistema de propiedad colectiva. Además, la mayor parte de la tierra estaba en manos de la nobleza, vinculadas a través del mayorazgo de la iglesia (tierras de manos muertas) y a los municipios (tierras propias [arrendaban a particulares cada año] y tierras comunes [de uso común por los campesinos]). Todas estas tierras estaban vinculadas y amortizadas, y no se podían vender. En una sociedad en la que más del 80% de la población trabajaba en la agricultura, el 65% de los campesinos no eran propietarios de las tierras que trabajaban. La estructura de la propiedad contribuía a mantener el atraso técnico. Predominaba el secano. El barbecho era el sistema utilizado para la regeneración del suelo y aún se utilizaba el arado romano. Todo ello mantenía los rendimientos muy bajos y originaba frecuentes crisis de subsistencias. Durante la primera mitad del siglo XIX los políticos liberales, sobre todo los progresistas, se plantean modificar el sistema propiedad y explotación de la tierra. Pretendía poner la tierra en manos de propietarios únicos con plena libertad para vender, arrendar o cultivar como quisieran para conseguir así una modernización de las técnicas. Para modificar el sistema de propiedad era necesaria la supresión de: Las vinculaciones de las tierras nobiliarias. El régimen señorial de propiedad compartida. La propiedad eclesiástica de manos muertas. La propiedad colectiva de propios y comunes. En 1836 se aprobó la ley de desvinculación que prohibía las tierras vinculadas. Es el fin del mayorazgo. Esta ley benefició a la nobleza que pudo deshacerse de las tierras de peor calidad. El régimen señorial de propiedad compartida trató de eliminarse con el Decreto de Supresión de los señoríos de 1811. El problema era determinar quién era el verdadero dueño de unas tierras sobre las que durante siglos habían tenido derechos tanto el señor como los campesinos. El gobierno no se atrevió a enfrentarse con la nobleza y remitió el problema a los tribunales de justicia, que debían decidir en cada caso. El proceso fue larguísimo y aún seguía planteando a finales del siglo XIX. En la mayoría de los casos los señores se hicieron con la propiedad integra de la tierra. Las desamortizaciones tuvieron un papel esencial en el cambio del sistema de propiedad (consiste en la apropiación por parte del Estado de bienes de la iglesia y de los municipios, que pasan a ser bienes nacionales y que van a ser vendidos en pública subasta). Aunque las desamortizaciones habían comenzado con Godoy y continuado por José I, las Cortes de Cádiz y el Trienio Liberal. El grueso de la desamortización se produce con el establecimiento del régimen liberal en dos fases: 1836 - Ley de desamortización eclesiástica de Mendizábal: Esta ley suprime las órdenes religiosas (clero regular) excepto las dedicadas a la enseñanza y al cuidado de los hospitales y sus bienes se convierten en bienes nacionales. En 1841 Espartero también declara bienes nacionales las propiedades del clero secular. De esta forma, una cantidad enorme de propiedades rústicas y urbanas pasaron a manos del Estado, que compensó al clero secular con el pago de un sueldo fijado en el Concordato de 1851. Se pusieron a la venta 1/3 de todas las tierras cultivables. Mendizábal pretendía sanear la hacienda, financiar la I Guerra Carlista y crear una clase de pequeños propietarios que apoyasen el régimen liberal. 1855 – Ley de desamortización general de Pascual Madoz: Es el último proceso de la desamortización y puso a la venta el doble de tierras que Mendizábal. Puso a la venta las tierras del clero que todavía quedaban, las del Estado, las de las órdenes militares y todas las municipales. La ley obligaba a vender las tierras de propios, pero prohibía la venta de tierras comunales. En la práctica la distinción no era fácil. A veces una tierra era arrendada un año y al siguiente utilizada por los vecinos. En general, los ayuntamientos aprovecharon la ley para liquidar todas las propiedades municipales. Pretendía sanear la hacienda y financiar la construcción ferrocarril. Consecuencias de la desamortización: Sociales: EL clero perdió la base de su riqueza, por lo que el clero regular descendió y el clero secular pasó a depender de la dotación económica del Estado.

La nobleza: No perdió su base económica. Sus propiedades feudales se transformaron en propiedades capitalistas. Además, surgió una clase de grandes propietarios, burgueses ricos de las ciudades que compran las tierras. Ninguno transformó sus propiedades en modernas explotaciones. Solían dejarlas en manos de grandes arrendatarios que las dedicaban al cultivo extensivo y que solo eran rentables porque la mano de obra era muy barata. Los campesinos: En general no pudieron comprar las tierras amortizadas. Los arrendatarios: Empeoraron su situación porque se endurecieron sus condiciones o perdieron sus arrendamientos. Los jornaleros: Su número aumentó por el crecimiento de la población y la pérdida de arrendamientos y empeoró su condición por la pérdida de las tierras comunales. Económicas: Aumentó la superficie cultivada, sobre todo la destinada al cereal, con lo que aumentó la producción cerealista y se pudo abastecer el mercado nacional. Aumentó la producción pero no la productividad. Además, la desamortización acentuó la estructura latifundista en el sur de la península. La agricultura española: La desamortización era una condición necesaria para el aumento de la producción agraria, pero por si sola no suficiente. Se observa un aumento en la producción de alimentos reflejado en el aumento demográfico, porque dado que las importaciones eran escasas el crecimiento de su población no habría sido posible sin el aumento de la producción de alimento. Sin embargo, las transformaciones agrarias fueron escasas, los cambios técnicos muy limitados y los rendimientos por hectáreas se mantuvieron muy bajos. La estructura de la propiedad no favorecía las mejoras técnicas: Caso de los diminutas propiedades, insuficientes para alimentar a una familia que predominaban en la submeseta norte y Galicia. Las grandes propiedades que predominaban en Castilla la Mancha, Extremadura y Andalucía tampoco favorecieron la modernización. De esta forma, la agricultura se caracterizó por su estancamiento. El cultivo menos productivo era el dedicado al cultivo extensivo de cereales que ocupaba las 3/4 partes del suelo cultivable. Su escasa competitividad se agravó a finales del siglo, cuando la mejora de los transportes permitió la llegada de cereales de EE.UU. y Rusia a precios muy baratos. La agricultura española reaccionó pidiendo medidas proteccionistas. Solo el litoral mediterráneo: Cataluña, Levante y Andalucía. Se caracterizó en una agricultura especializada capaz de competir con Europa (cítricos, frutales, vid, olivo,…). Así quedó frenada una de las principales aportaciones de la agricultura al desarrollo económico moderno: Permitir a una parte creciente de la población dedicarse a la industria o al comercio, al producir, una proporción cada vez menor de la población, alimentos para todos.


2. La industrialización y el transporte: A lo largo del siglo XIX se extendió por Europa un modelo de desarrollo económico surgido de la Revolución Industrial iniciada en Inglaterra a finales del siglo XIII. La Revolución Industrial comenzó en España en 1830 a la vez que el resto de los países europeos, pero el desarrollo fue tan lento que a finales del siglo había quedado completamente retrasada. Se produjeron transformaciones importantes en el sector secundario pero la economía española siguió siendo fundamentalmente agraria. Las transformaciones se produjeron en: La industria textil: Tuvo su centro en Cataluña. Comenzó a desarrollarse en 1830 con capitales procedentes de los cultivadores de vid y de capitales repatriados. El proyecto pionero fue la fábrica “El Vapor”, fundada por José Bonaplata a finales del reinado de Fernando VII. Introdujo la máquina de vapor y sentó las bases de una moderna industria textil de algodón. La Guerra Carlista frenó su desarrollo y la fábrica fue destruida. Entre 1835 y 1860 por la escasez de materia prima, conocida como “Hambre de algodón”, provocado por la Guerra de Sucesión de EE.UU. Después se recupera lentamente apoyada en aranceles proteccionistas. Esta industria sirvió para industrializar Cataluña, pero no para provocar efectos de arrastre en el conjunto de la economía y en la industrialización del país. La industria siderúrgica: El primer núcleo se estableció en Marbella en 1840 en base a los yacimientos de hierro en la zona, pero carecía de carbón mineral y tuvo que utilizar carbón vegetal. En 1860 se establece un segundo núcleo siderúrgico en Asturias en base a los yacimientos de carbón en la Cuenca del Nalón. Asturias se convirtió entre 1860 y 1880 en el centro siderúrgico español aunque su producción era muy limitada. En 1880 la siderurgia se consolida en el País Vasco ya que poseía importantes yacimientos de hierro de excelente calidad. El capital necesario lo obtuvo de la exportación de hierro a Inglaterra. Los barcos que llenaban el hierro volvían cargados de carbón de excelente calidad. De todas formas, la producción siderúrgica estuvo condicionada por la escasez de la demanda. La minería: Tradicionalmente, las minas habían sido propiedad de la corona que las arrendaba a particulares para su explotación. A medados del siglo las minas pasan a ser propiedad del Estado (se nacionalizan). En 1868 se inicia el gran desarrollo minero con la venta de las minas a particulares que se convierten en propietarios a perpetuidad a cambio de pagar una cantidad al Estado (desamortización del subsuelo). Gran parte de las minas de Andalucía y Murcia quedaron en manos de sociedades extranjeras: británicas y francesas. Y se inició una explotación intensiva destinada a la exportación. Entre 1880 y 1910, España se convirtió en uno de los principales productores de minerales metálicos: hierro, plomo, cobre,… A partir de 1910, los mejores filones empezaban a estar agotadas y las compañías pusieron en explotación nuevas minas en América, África y Asia. A partir de este momento las empresas del país fueron recuperando las minas.


El transporte: La necesidad de articular el mercado interior hizo que a partir de 1840 se intentase mejorar las comunicaciones. Durante el reinado de Isabel II se construyeron 10.000 Km de carreteras, pero la verdadera revolución del transporte se produjo con la construcción del ferrocarril (la Guerra Carlista frenó su construcción). En 1844 se construyó la primera línea férrea en España, que unía Barcelona y Mataró (28 Km). La segunda línea (1851) Madrid – Aranjuez, y a ellas se añadieron pequeños tramos en Barcelona, Valencia, Jerez y Asturias (Gijón – Langreo). Hasta 1855 el ritmo de construcción fue muy lento. En 1855 se aprobó la Ley General de Ferrocarriles por la que el Estado concedía grandes ventajas a las campañas que quisieran construirlo: Aseguró una rentabilidad mínima de un 6% Aportó en subvenciones un 16% del total. Permitió la libre importación de todo el material relacionado con la construcción. El capital español participó pero la parte más importante fue aportada por compañías francesas, británicas y belgas. Entre 1850 y 1875 España pasó de 28 Km a 6124 Km. La necesidad de unir el interior con las fronteras y los centros productores de materias primas con los puertos dio al ferrocarril español una estructura radial. Criterios militares o las dificultades del terreno impulsaron el establecimiento de un ancho de vía distinto para el ferrocarril español. Esto aisló a España de la red ferroviaria europea. Las expectativas de ganancia se cumplieron en lo relativo a la construcción pero no en la explotación de las líneas que en general fueran deficitarias. Las grandes ventajas que dio el Estado hizo que las inversiones se concentraran en el ferrocarril. Así cuando hubo oferta de transporte no hubo desarrollo industrial para la misma. Frenó el desarrollo de la industria siderúrgica.

3. Los cambios sociales y demográficos: La sociedad del Antiguo Régimen, Sociedad Estamental, se caracterizaba por la existencia de grupos cerrados. La nobleza y el clero eran estamentos privilegiados porque tenían derechos especiales, por ejemplo, no pagaban impuestos. La sociedad industrial o de clases se caracteriza por la igualdad de los ciudadanos ante la ley, la aparición de nuevos grupos sociales y la movilidad porque la riqueza es la base de la posición social. La nobleza perdió gran parte de su influencia y muchos se arruinaron porque las rentas agrarias no permitían mantener su estilo de vida. Para conservar su influencia utilizaron dos estrategias: El enlace matrimonial con la burguesía. La alianza con la burguesía. La nobleza se mantuvo presente en 3 aspectos: En la política: Monopolizó los cargos de las Cortes y fueron miembros del senado tal y como se recogía en muchas constituciones. En lo económico: Entraron a formar parte de los consejos de administración. Se puede hablar de alianza financiera entre nobleza y alta burguesía. En la social: Impone sus costumbres a la alta burguesía. El clero perdió influencia y la base fundamental de su riqueza. El clero regular descendió y el secular pasó a depender de la dotación económica del Estado. Durante La Restauración, algunas órdenes religiosas aumentaron su influencia a través de la enseñanza. Su influencia siguió siendo grande en las pequeñas ciudades. La burguesía y las clases medias. La burguesía es la gran protagonista del siglo. Obtuvo beneficios diversificando sus actividades. Banqueros y administrativos tuvieron en Madrid su centro de actividad. En Barcelona y Bilbao su riqueza pero venía de la industria, el comercio o los transportes. Junto a ellos aparecen las clases medias: abogados, médicos,…, muy influyentes. Y junto a ellas los funcionamientos, denominados cesantes, porque cambiaron con el cambio del gobierno. Las clases populares, el grupo más amplio, estaba formado por los campesinos. En las ciudades seguía siendo muy abundante el artesanado, lo que indica el escaso grado de industrialización y la poca fuerza del movimiento obrero. En el siglo XIX se mantuvo en España el régimen demográfico antiguo, caracterizado por altas tasas de natalidad y altas tasas de mortalidad, lo que originaba un crecimiento muy lento de la población. La transición demográfica no se produjo hasta principios del siglo XX (1910) cuando comienza el descenso de la tasa de mortalidad. El rasgo más característico de la demografía española es que el descenso de la tasa de natalidad se produce casi simultáneamente al descenso de la tasa de mortalidad, por lo que el crecimiento demográfico no es alto.

4. Los inicios del movimiento obrero: El movimiento obrero nace como respuesta de las clases trabajadoras a las malas condiciones de vida, las desigualdades sociales y la ausencia de legislación laboral en los primeros años de la industrialización. A lo largo del siglo XIX los obreros tomaron conciencia de pertenecer a una clase con intereses comunes y empezaron a organizarse a través de distintas formas de asociación que desde Europa llegaron a España.

Los primeros movimientos fueron de tipo Ludita, movimientos espontáneos y poco organizados centrados en la destrucción de las máquinas. En 1840 surgieron las asociaciones de ayuda mutua en caso de enfermedad, huelga,… El movimiento obrero alcanzó un importante desarrollo durante el sexenio. Se crearon las primeras asociaciones obreras que entraron en contacto con las asociaciones europeas que habían fundado en Londres (1864) la A.I.T. En 1868 llega a España José Fanelli, discípulo de Bakunin, que difundió las ideas anarquistas. Encontró terreno abonado entre los campesinos que trabajaban en los latifundios andaluces y los obreros textiles de Barcelona. Se crearon los primeros centros. En 1870 se funda la Federación Regional de Trabajadores de España (F.R.T.E.). La división entre anarquistas y socialistas en el seno de la A.I.T. tuvo su correlación en España que, a diferencia de Europa, siguió mayoritariamente las tesis anarquistas. La Federación Madrileña fue expulsada y de ella nació el S.O.E En 1874 se disolvió la F.R.T.E. y el movimiento obrero se mantuvo en la clandestinidad hasta 1881. En 1879 Pablo Iglesias funda el PSOE. En 1886 sale a la luz “El Socialista”. En 1888 Se funda la UGT. El socialismo aprovecha las posibilidades que le ofrece el sufragio universal y participa en la vida política. Su crecimiento real se produjo en 1909 cuando formó coalición con los republicanos al derrotar a Maura. En 1910 consiguió su primer diputado, Pablo Iglesias. Se extiende por Madrid, Asturias y el País Vasco. El anarquismo fue la doctrina que tuvo más difusión, tiene su centro en Cataluña y en Andalucía. A diferencia del socialismo se negaba a participar en la vida política. Cree en la acción directa llevada a cabo por los sindicatos. En 1883 la policía denunció el descubrimiento de una sociedad secreta “La mano negra” que pretendía exterminar a los latifundios. Aunque que no se pudo demostrar su existencia, sirvió para desarticular el anarquismo rural. En 1890 evoluciona hacia la llamada propaganda por los hechos, que no es otra cosa que la práctica de atentados y terrorismo. Atentados: Contra los políticos. (Cánovas) Contra la burguesía. (Bomba liceo Cataluña) Contra la iglesia. (Bomba profesión Corpus) En 1910 se funda la CNT, sindicato anarquista de carácter apolítico. En 1920 contaba con más de 700.000 miembros.