Carta 52

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Carta 52

Título Carta 52
Autor Sigmund Freud
Año 1896

Páginas 274-80[editar]

Nuestro mecanismo psíquico se ha generado por estratificación sucesiva, pues de tiempo en tiempo el material preexistente de huellas mnémicas experimenta un reordenamiento según nuevos nexos, una retrascripción. La memoria no preexiste de manera simple, sino múltiple, está registrada en diversas variedades de signos. Las diversas trascripciones están separadas también según sus portadores neuronales.

  • P: son neuronas donde se generan las percepciones a que se anuda conciencia, pero que en sí no conservan huella alguna de lo acontecido. Es que conciencia y memoria se excluyen entre sí.
  • Ps: signos de percepción: es la primera trascripción de las percepciones, por completo insusceptible de conciencia y articulada según una asociación por simultaneidad.
  • Ic: inconciencia es la segunda trascripción, ordenada según otros nexos, tal vez causales. Las huellas Ic quizá correspondan a recuerdos de conceptos, de igual modo inasequibles a la conciencia.
  • Prc: preconciencia es la tercera trascripción. Ligada a representaciones- palabra, correspondiente a nuestro yo oficial. Desde esta Prc, las investiduras devienen concientes de acuerdo con ciertas reglas, y por cierto que esta conciencia- pensar secundaria es de efecto posterior en el orden del tiempo, probablemente anudada a la reanimación alucinatoria de representaciones palabra, de suerte que las neuronas- conciencia serían también neuronas- percepción y en sí carecerían de memoria.

Las trascripciones que se siguen unas a otras constituyen la operación psíquica de épocas sucesivas de la vida. En la frontera entre dos de estas épocas tiene que producirse la traducción del material psíquico. Y me explico las peculiaridades de las psiconeurosis por el hecho de no producirse la traducción para ciertos materiales, lo cual tiene algunas consecuencias. Establecemos como base firme la tendencia hacia la nivelación cuantitativa. Cada reescritura posterior inhibe a la anterior y desvía de ella el proceso excitatorio. Toda vez que la reescritura posterior falta, la excitación es tramitada según las leyes psicológicas que valían para el período psíquico anterior, y por los caminos de que entonces se disponía. Subsistirá así un anacronismo.

La denegación de la traducción es aquello que clínicamente se llama represión. Motivo de ella es siempre el desprendimiento de displacer que se generaría por una traducción, como si este displacer convocara una perturbación del pensar que no consistiera el trabajo de traducción.

Dentro de la misma fase psíquica, y entre trascripciones de la misma variedad, se pone en vigencia una defensa normal a causa de un desarrollo de displacer; una defensa patológica sólo existe contra una huella mnémica todavía no traducida desde una fase anterior. Que la defensa termine en una represión no puede depender de la magnitud del desprendimiento de displacer. Si un suceso A despertó cierto displacer cuando era actual, la trascripción- recuerdo A I o A II contiene un medio para inhibir el desprendimiento de displacer en caso de re- despertar. Cuanto más a menudo se lo recuerde, tanto más inhibido terminará por quedar ese desprendimiento. Ahora bien, hay un caso para el cual la inhibición no basta: si A, cuando era actual desprendió cierto displacer, y al despertar desprende un displacer nuevo, entonces no es inhibible. El recuerdo se comporta en tal caso como algo actual. Y ello sólo es posible en sucesos sexuales, porque las magnitudes de excitación que ellos desprenden crecen por sí solas con el tiempo.

El suceso sexual en una fase produce entonces efectos como si fuera actual y es, por tato, no inhibible en una fase siguiente. La condición de la defensa patológica, la represión, el la naturaleza sexual del suceso y su ocurrencia dentro de una fase anterior.

No todas las vivencias sexuales desprenden displacer; en su mayoría desprenden placer. La reproducción de las más de ellas irá entonces conectada con un placer no inhibible. Un placer así, constituye una compulsión.

Tesis: cuando una vivencia sexual es recordada con diferencia de fase, a raíz de un desprendimiento de placer, se genera compulsión, a raíz de un desprendimiento de displacer, represión. En ambos casos la traducción a los signos de la nueva fase parece estar inhibida.

La clínica nos anoticia sobre tres grupos de psiconeurosis sexuales: histeria, neurosis obsesiva y paranoia y enseña que los recuerdos reprimidos fueron actuales en la histeria a la edad de un año y medio a cuatro, en la neurosis obsesiva, a la edad de cuatro a ocho años y en la paranoia a la edad de ocho a catorce años. Hasta los cuatro años no hay todavía represión alguna; por tanto, los períodos del desarrollo psíquico y las fases sexuales no coinciden. Y en efecto otra consecuencia de las vivencias sexuales infantiles es la perversión, cuya condición parece ser que la defensa no sobrevenga antes que el aparato psíquico se haya completado o no se produzca defensa alguna.

Para elucidar la decisión entre perversión y neurosis, me valgo de la bisexualidad de todos los seres humanos, en un ser puramente masculino habrá sin duda un excedente de desprendimiento masculino por las dos barreras sexuales, y por tanto se generaría placer y entonces perversión. En un ser puramente femenino, un excedente de sustancia de displacer por esas épocas. En las primeras fases ambos desprendimientos serían paralelos, darían por resultado un excedente normal de placer. A ello se reconduciría la predilección de las mujeres genuinas por las neurosis de defensa. La histeria se me insinúa cada vez más como consecuencia de una perversión del seductor y la herencia cada vez más como seducción por el padre. Así se dilucida una alternancia de generaciones:

  • 1ª generación: perversión.
  • 2ª generación: histeria, que luego se vuelve esterilidad. A veces, en la misma persona, una metamorfosis: perversa a la edad en que tiene la plenitud de sus fuerzas y luego histérica, a partir de un período de angustia; entonces la histeria no es en verdad una sexualidad desautorizada, sino una perversión desautorizada.

Por detrás de esto la idea de zonas erógenas resignadas. En la infancia, el desprendimiento sexual se recibiría de muy numerosos lugares del cuerpo, que luego sólo son capaces de desprender la sustancia de angustia de 28 días y no ya las otras. En esta diferenciación y limitación residiría el progreso de la cultura, el desarrollo de la moral y el individuo. El ataque histérico no es un aligeramiento sino una acción y conserva el carácter originario de toda acción: ser un medio para la reproducción de placer